Karol Wojtila y el judaísmo
El Papa en el Santo Sepulcro
EL PAPA CULMINA EN
EL SANTO SEPULCRO SU PEREGRINACIÓN A TIERRA SANTA
Lunes 27 de Marzo 2000
Juan Pablo II ha culminado su peregrinación a Tierra Santa con la visita a la Basílica del Santo Sepulcro, surgida en el lugar en el que, según la tradición, tuvo lugar la crucifixión, la sepultura y la resurrección de Jesús. Un lugar que desde hace dos mil años testimonia el acontecimiento que da razón de ser al cristianismo y que el pontífice quiso venerar, primero con una oración conmovida ante la tumba vacía del Señor y, después, con una liturgia particularmente sugerente.
En
un estupendo día de sol, Juan Pablo II entró en el templo acompañado por los
tres patriarcas y los demás jefes de las Iglesias cristianas. Precedían la
procesión los maceros que anunciaban la entrada acompañando su pasos con fuertes
golpes de bastón contra el suelo. El canto de los frailes y el repique de las
campanas daban solemnidad al encuentro.
En el atrio, a los pies del Gólgota, en el que Jesús fue crucificado, el Papa se
inclinó para besar la Piedra de la Unción. Después, conmovido se arrodilló ante
el sarcófago del Santo Sepulcro, besó su piedra y permaneció durante un buen
período de tiempo en oración, contemplando el misterio central de la fe
cristiana. «Durante casi dos mil años, esta tumba ha sido testigo de la victoria
de la Vida sobre la muerte», recordó. «La tumba está vacía: es un testigo
silencioso del acontecimiento central de la historia humana».
Desde esa iglesia, que san Juan Damasceno definió como Madre de todas las
Iglesias, el sucesor de Pedro recordó que la resurrección de Jesús es el cenit
de todas las promesas de Dios y el lugar del nacimiento de una humanidad nueva y
resucitada. «En la aurora de un nuevo milenio, los cristianos tienen que mirar
al futuro con firme confianza en la potencia gloriosa del resucitado para hacer
nuevas todas las cosas. Él libera a toda criatura de la esclavitud de la
caducidad».
Desde el Santo Sepulcro, Juan Pablo II pronunció las palabras de Jesús que más
ha repetido en este pontificado: «No tengáis miedo, yo he vencido al mundo», e
invitó a todos los cristianos a llevar el Evangelio a todos los confines de la
tierra. «¡Jesucristo ha resucitado!», concluyó. «Verdaderamente ha resucitado».
Después, al final de la celebración, con motivo de la oración del Angelus, se
unió a María la madre de Jesús, junto a la cruz, para llorar con ella por el
dolor de Jerusalén y por los pecados del mundo, renovando así su petición de
perdón: «Tomando conciencia de las terribles consecuencias del pecados, tenemos
que arrepentirnos por nuestros pecados y por los pecados de los hijos de la
Iglesia de todas las épocas».